jueves, 24 de noviembre de 2011
Imágenes de la blanquitud
El espíritu es una solicitación o un requerimiento ético emanado de la economía. El espíritu del capitalismo consiste así en la demanda o petición que hace la vida practica moderna, centrada en torno a la organización capitalista de la producción de la riqueza social de un tipo especial de comportamiento humano; de un tipo especial de humanidad, que sea capaz de adecuarse a las exigencias del mejor funcionamiento de esa vida capitalista.
El racismo exige la presencia de una blanquitud de orden ético o civilizatorio como condición de la humanidad moderna, pero que en casos extremos, como el del estado nazi de Alemania, pasa a exigir la presencia de una blancura de orden ético, biológico y cultural.
La santidad económica-religiosa que define a este grado cero de la identidad humana moderno-capitalista, que caracteriza a este nuevo tipo de ser humano, es una santidad que debe ser visible, manifiesta; que necesita tener una perceptibilidad sensorial, una apariencia o una imagen exterior que permita distinguirla.
La productividad del trabajo como síntoma de la santidad moderna y como manifestación del destino profundo de la afirmación nacional paso a incluir como acompañante indispensable, a la blancura racial y cultura de las masas trabajadoras. En la modernidad capitalista, los individuos de color pueden obtener la identidad moderna sin tener que blanquearse completamente, de que les baste mostrar su blanquitud.
Podemos llamar blanquitud a la visibilidad de la identidad ética capitalista en tanto que esta sobre determinada por la blancura racial, pero por una blancura racional que se relativiza así misma al ejercer esa sobre determinación. Un racismo identitario, promotor de la blanquitud civilizatoria, dispuesto a aceptar (condicionadamente) un buen número de rasgos raciales y culturales alien, ajenos o extranjeros, es constitutivo del tipo del ser humano moderno-capitalista.
La intolerancia que caracteriza de todos modos al racismo identitario-civilizatorio es mucho más elaborada que la del racismo étnico: centra su atención en indicios más sutiles que la blancura de la piel, como son los de la presencia de una interiorización del ethos histórico capitalista.
El racismo de la blanquitud solo exige que la interiorización del ethos capitalista se haga manifiesta de alguna manera, como alguna señal, en la apariencia exterior o corporal de los mismos: los rasgos biológicos de una blancura racial son una expresión necesaria pero no suficiente de esa interiorización, y son además bastante imprecisos dentro de un amplio rango de variaciones. Los negros, los orientales o los latinos que dan muestras de buen comportamiento en términos de la modernidad capitalista norteamericana pasan a participar de la blanquitud.
La manipulación de Michael Jackson hace de los rasgos étnicos de su rostro es solo una exageración caricaturesca de la manipulación identitaria y somática que ha hecho y hacen con sus modos de comportamiento y con su apariencia física, otros “no-blancos” atrapados en el american way of life.
El racismo étnico de la blancura, aparentemente superado por y en el racismo civilizatorio o étnico de la blanquitud, se encuentra siempre listo a retomar su protagonismo tendencialmente discriminador y eliminador del otro, siempre dispuesto a reavivar su programa genocida.
El racismo es un contenido programático de la producción artística promovida excluyentemente por el estado nazi en Alemania.
El arte que afirma su pertenencia al nacional socialismo pretende descubrir y enfatizar las virtudes y gracias de la blancura aria, presentando la consistencia biológica de esta como la condición indispensable de una blanquitud genuina reconquistada y como la marca que inequívoca de una vocación “regeneradora” de la modernidad, lo único que logra efectivamente con sus figuras encomiásticas de la blancura aria es des encubrir o poner de manifestó el heroísmo suicida cuya necesidad profunda está implícita en la asunción de la blanquitud.
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